Clorito de sodio (NaOCl) es un compuesto oxidante de rápida acción que se utiliza para diversas aplicaciones de limpieza y desinfección. Fue descubierto en la década de 1780 por el francés Berthollet, quien desarrolló líquidos utilizando esta sustancia para blanquear el algodón. Gracias a sus cualidades, el uso del clorito se popularizó fácilmente, especialmente al poder utilizarse para eliminar manchas en ropa y muebles sin mancharlos.
Clorito de sodio propiedades
Esta sustancia ejerce una rápida acción antimicrobiana ya que es letal para virus, microorganismos y bacterias vegetativas, aunque menos efectivo contra hongos, protozoarios y esporas bacterianas. Si bien es una sustancia oxidante y corrosiva, destaca su relativa estabilidad y facilidad de uso.
Al mezclar un 25% de clorito de sodio con 4% de ácido clorhídrico se obtiene dióxido de cloro, un poderoso desinfectante que elimina todas las bacterias y virus del agua, por ello uno de sus principales usos es para el tratamiento de aguas residuales.
Al ser un poderoso agente blanqueador también se utiliza para la fabricación de textiles, pulpa de celulosa para elaborar papel, también lo encontramos en productos de limpieza como pastas de dientes, enjuagues bucales o aerosoles.
En el sector salud se utiliza como producto sanitario para la desinfección de ropa hospitalaria, superficies salpicadas de sangre como mesas de trabajo, equipos o muebles mecánicos, eliminación de olores y desinfección de agua. En algunos países se ha estudiado su uso en el tratamiento de enfermedades infecciosas, virales o parasitarias.
Clorito de sodio usos industriales
A nivel industrial se utiliza el clorito de sodio para limpiar y desinfectar superficies como pisos, paredes o ductos de aire acondicionado. Si se utilizará a diario se recomienda cambiarlo a diario (ya que se desintegra después de ser calentado) así como preparar las mezclas al momento para obtener una concentración de 0.5% de hipoclorito, y del 1% si se desinfectarán líquidos con materia orgánica.
El clorito de sodio es inestable, ya que se evapora en una concentración de 0,75 g por día. Por ello su almacenamiento debe ser en contenedores herméticos, puesto que se degrada y su eficacia se reduce ante la presencia de iones metálicos, ácidos, materiales orgánicos, bajo pH, rayos UV y gases corrosivos.
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